Hace 20 años, cuando íbamos al supermercado, a la mayoría ni se nos pasaba por la cabeza leer los ingredientes de los alimentos que comprábamos. Dábamos por sentado de que si estaban allí era porque habían pasado mil y un controles y eran seguros y saludables. Con el tiempo, hemos ido sabiendo de que no todo lo que está a nuestro alcance es saludable.
Lo que antes se daba por bueno, ahora quizás no pasa las normativas vigentes; hemos visto como productos que hasta ayer estaban en la estantería del supermercado, de pronto se han retirado de un día para otro ‘por precaución’. Además, estudios e investigaciones han puesto en tela de juicio ingredientes hasta entonces nada sospechosos.
A la vez, hemos asistido paulativamente a la evolución hacia un etiquetaje más riguroso y a una publicidad (en teoría) menos engañosa. Y, nosotros, los consumidores, nos hemos vuelto exigentes. Cada vez más, nos informamos de qué está compuesto exactamente aquello que vamos a comprar. De dónde viene. De qué manera se ha elaborado. Somos consumidores más conscientes e informados.
Pero, ¿hacemos los mismo a la hora de comprar cosméticos? Si no somos químicos ni farmacéuticos, la mayoría de información que encontramos en las etiquetas nos puede sonar a chino. ¿Cómo podemos saber si lo que estamos comprando nos conviene o no?
En general, no es tan complicado descifrar las etiquetas. Las siguientes recomendaciones te pueden ayudar a la hora de elegir una crema:
Es recomendable evitar aquellos con una lista de ingredientes interminable. Por lo general, una lista corta nos indica que el producto es más natural y respetuoso con el medio ambiente.
Los componentes aparecen ordenados por la proporción en la que están presentes. Asi, la crema llevará más cantidad de los que están escritos en primer lugar, y mucha menos de los que se encuentran al final de la lista. Hay que prestar atención a si estos ingredientes del principio son naturales o, al contrario, son todo químicos y artificiales.
Para nuestra seguridad, deberíamos evitar aquellos productos que entre los primeros ingredientes se incluyan perfumes y derivados del petróleo.
Cuando un producto presuma de tener un determinado componente natural como principio activo (aloe vera, caléndula, extracto de aceite de oliva...), fíjate dónde está posicionado en la lista. A veces, aparecen en el último lugar...
Si un determinado producto se publicita como natural o ecológico, busca si tiene certificación. Si no está certificado, nunca sabrás si lo que pone en la etiqueta es cierto o no porque no ha pasado ningún control.
Aunque parezca increíble, no es obligatorio especificar todos los ingredientes ni el porcentaje de una crema, así que tu única pista es fijarte en la lista y, sobretodo, evitar esos ingredientes peligrosos que han sido probados como nocivos pero que no se han prohibido en las composiciones de cosméticos.
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Hace 20 años, cuando íbamos al supermercado, a la mayoría ni se nos pasaba por la cabeza leer los ingredientes de los alimentos que comprábamos. Dábamos por sentado de que si estaban allí era porque habían pasado mil y un controles y eran seguros y saludables. Con el tiempo, hemos ido sabiendo de que no todo lo que está a nuestro alcance es saludable.
Lo que antes se daba por bueno, ahora quizás no pasa las normativas vigentes; hemos visto como productos que hasta ayer estaban en la estantería del supermercado, de pronto se han retirado de un día para otro ‘por precaución’. Además, estudios e investigaciones han puesto en tela de juicio ingredientes hasta entonces nada sospechosos.
A la vez, hemos asistido paulativamente a la evolución hacia un etiquetaje más riguroso y a una publicidad (en teoría) menos engañosa. Y, nosotros, los consumidores, nos hemos vuelto exigentes. Cada vez más, nos informamos de qué está compuesto exactamente aquello que vamos a comprar. De dónde viene. De qué manera se ha elaborado. Somos consumidores más conscientes e informados.
Pero, ¿hacemos los mismo a la hora de comprar cosméticos? Si no somos químicos ni farmacéuticos, la mayoría de información que encontramos en las etiquetas nos puede sonar a chino. ¿Cómo podemos saber si lo que estamos comprando nos conviene o no?
En general, no es tan complicado descifrar las etiquetas. Las siguientes recomendaciones te pueden ayudar a la hora de elegir una crema:
lo que pone en la etiqueta es cierto o no porque no ha pasado ningún control.
Aunque parezca increíble, no es obligatorio especificar todos los ingredientes ni el porcentaje de una crema, así que tu única pista es fijarte en la lista y, sobretodo, evitar esos ingredientes peligrosos que han sido probados como nocivos pero que no se han prohibido en las composiciones de cosméticos.